sábado, 3 de octubre de 2009

Km. 151 Hija de la Luna

Es octubre, se acerca Halloween y ayer tuve uno de mis (escasos) arranques de inspiración y se me ocurrió escribir la historia que viene a continuación. Apagad la luz, quitad la música de la radio de mi blog, poned la música que aquí os dejo y no seáis muy crueles en las críticas (jeje):



Tenía casi 100 años, había visto pasar tantas veces del verano al otoño que la caída de las hojas en el Bosque Oscuro había perdido para ella toda su magia. Ya sólo se dedicaba a cazar, a esconderse del sol y a viajar y explorar el bosque que, por suerte para ella, era tan grande que todavía había zonas desconocidas, zonas por encontrar, árboles que oler y marcar.

Tanto tiempo llevaba bajo la sombra de los árboles que ya no se acordaba de cambiarse la piel, tanto tiempo huyendo de su propia sombra que ya no la recordaba.

Pero ese invierno fue especialmente duro. Hizo más frío, hizo más viento y los animalillos que la mantenían alimentada comenzaron a escasear.

Y llegó la primavera, pero seguían sin regresar las ardillas, los ratones, los conejos y los tejones. Y ella tenía hambre, tanta que casi daba gracias por lo viva que la hacía sentirse a la vez que maldecía la necesidad y la locura que la provocaba.

Caminó por senderos que se había prohibido volver a pisar, divisó sendas que jamás creyó volver a ver y al final, apoyada en un centenario roble, lloró mientras esperaba.

Entonces vio a la niña. Delgadita y menuda, de ojos azules e inocentes y pelo rubio y ensortijado. Con una camisita blanca, una faldita del color del cielo y una capita roja como la sangre para protegerse de los últimos retazos del invierno. Tan pálida y tan pura se le antojó que, por un momento, creyó estar viendo un ángel como aquellos que su padre, pintor, la dibujaba cuando era una niña.

La niña la saludó con la alegría con la que saludan los niños y ella contestó con la suavidad y la delicadeza que había aprendido con los años. Hasta la ofreció de comer, pero ella, haciendo un gran esfuerzo, declinó la oferta.

Preguntó a la niña que de dónde venía y a dónde iba y ésta le contestó que vivía con su padrastro en un reino lejano y que, a la muerte de éste, había vuelto a la tierra de su familia en busca de algún familiar que cuidase de ella. '¿En el Bosque Oscuro?', preguntó ella. 'Allí es donde solían vivir, pues eran los guardeses de las lindes', contestó la niña.

Se despidió de la niña y, con un miedo y una tristeza que no había conocido en años, corrió tan rápido como le permitieron sus fuertes piernas hacia la casa que sabía que existía, algo escondida, varios kilómetros más adelante.

Atravesó el descuidado jardín, abrió la desvencijada puerta, encendió los otrora dorados calendabros (oscuro testimonio del paso del tiempo) y se miró aterrada en el polvoriento espejo, mientras poco a poco iba recuperando el aliento y la forma, aún sin desearlo.

Recordó entonces esa oscura noche, tantos años atrás, en la que ese lobo grande y fiero la mordió con malicia. Recordó el dolor y la furia, recordó la quemazón del sol y el alivio al ver salir a la luna. Recordó la violencia y el miedo, la rabia y el descontrol que se sucedieron a su transformación.

Y se descubrió, de pronto, en la cama. Enfundada en una antiguo camisón de lino blanco, ahora amarillento, y con un único pensamiento en la cabeza:

"Por favor, Caperucita, no vengas".

2 comentarios:

Jimmy Prous Lora dijo...

Uau! Muy buena maxo se me an puesto de punta los pelillos del sobaco xD no en serio m a gustado muxo sobre todo el final y la narracion del ppio

Virginia Vadillo dijo...

Guau!!! Genial la adaptación, super original!!! Joder, la abuela ahora es el lobo, vaya tela!!! Sin duda, mejor que el original... acojona bastante más que el lobo del cuento!!
Está claro que se te dan bien los "retos" XDDD
Enhorabuena!! ;)